Bases de una educación de calidad


Educación para formar personas y buenos ciudadanos.

Esta primera dimensión está orientada a formar personas y auténticos ciudadanos con una educación en los valores de la convivencia.

Rodríguez estaba convencido de que era urgente emprender un proyecto educativo diferente que, pues bajo retórica, principios y proclamas, seguía intacta la vieja estructura de servidumbre.

"El maestro de niños debe ser sabio, ilustrado, filósofo y comunicativo, porque su oficio es formar hombres para la sociedad."  

La independencia no había desmantelado el viejo orden colonial, para ser eficaz este proyecto educativo tenía que ser propio, original, hecho en la propia entraña americana.

El fin primordial de la educación es formar ciudadanos y es por eso que todos deben tener acceso a ella, ya que, como decía Rodríguez "Sin educación popular no habrá verdadera sociedad…"

Esta educación debe estar vinculada a la solidaridad que se expresa en las múltiples y pequeñas dimensiones del vivir y convivir diario.

Educación que enseñe a aprender.

La segunda dimensión de una educación de calidad es enseñar a aprender. Educar no es transmitir paquetes de información para que los alumnos memoricen, sino provocar las ganas y aprender, hacer que los alumnos sientan interés de aprender y que sean capaces de comprender analizar la información que necesitan.

De nada sirve llenarlos de informaciones inútiles que no vayan a de capaces de comprender y que solo les sirva para memorizar, ya que no queremos convertirlos en máquinas de memorizar conceptos, términos y palabras que con frecuencia ni siquiera entienden, sino convertirlos en seres que tengan la capacidad y la habilidad de buscar, comprender y analizar la información y la puedan devolver en forma personal y coherente.

Esto supone desarrollo de las destrezas básicas: lectura, escritura, expresión oral, escucha, informática, observación, estimación, cálculo, pensamiento, ubicación en el espacio y en el tiempo, es decir destrezas lingüísticas, matemáticas, tecnológicas y científicas, tales destrezas los ayudaran a aprender dentro y fuera del sistema educativo.

Educación que enseñe a trabajar y a valorar el trabajo y al trabajador.

La tercera dimensión que con mayor esfuerzo quería impulsar Rodríguez y quizás la que le trajo más problemas y dificultades, por parte de la sociedad, ya que no estaban dispuestos a enviar a sus hijos a escuelas donde se le ponía a trabajar, de ahí gran parte de los fracasos de Rodríguez, que nunca renunció a su propuesta educativa, de unir la instrucción académica con el aprendizaje de oficios mecánicos y agrícolas, es decir la creación de escuelas-talleres.


Toda su vida fue promotor de unir la escuela y el trabajo. Por ello cuando regresa a América en 1823, establece una escuela en Bogotá (Colombia) donde los estudiantes además de formarse intelectualmente y aprender a vivir en sociedad, de
bían aprender un oficio mecánico, pero la aristocracia de la capital neogranadina no estaba preparada para aceptar las ideas sobre la educación que busca introducir al trabajo.

Escandaloso le debió resultar el nombre de "Casa de Industria Pública", en vez de escuela o colegio. Así el proyecto fracasa, como también el que emprendió en Chuquisaca años más tarde.  Rodríguez insistió con renovada pasión en la necesidad de una educación práctica, útil, que remedie necesidades concretas, en conclusión, una educación de calidad.


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